martes, 5 de noviembre de 2013

Certamen Internacional de Novela Histórica “Ciudad de Úbeda”

El próximo día 24 de noviembre, a las 12.30, formaré parte de una mesa redonda sobre 'novela y novela histórica', en la bellísima ciudad de Úbeda. Compartiré mesa y charla con Almudena de Arteaga, Jesús Maeso y Salvador Compán. Será un gran placer veros allí a todos los que tengáis a bien acompañarnos en esta gran fiesta de la literatura.
Será en La sala Julio Corzo del Palacio de Congresos Hospital de Santiago  (Avenida Cristo Rey, s/n).

viernes, 4 de octubre de 2013

El hecho de leer


A lo largo de nuestra vida hay cosas y hechos tan evidentes que llegamos a olvidar lo fundamentales que han sido para estructurar lo que somos y en lo que nos hemos convertido.
Mario Vargas Llosa inició su discurso de aceptación del premio Nobel diciendo que había aprendido a leer a los cinco años, el colegio donde lo hizo y el nombre del profesor que le enseñó, e inmediatamente después afirmó con rotundidad lo siguiente: 'Aprender a leer es la cosa más importante que me ha ocurrido en la vida'. 
El hecho de que un hombre como Vargas Llosa, que en ese momento tenía 75 años, con tanta experiencia acumulada, con tantos reconocimientos recibidos, distinciones y  vivencias de toda clase, hiciera semejante afirmación, me hizo reflexionar sobre lo poco conscientes que somos del privilegio que supone haber aprendido a leer, como si hubiéramos nacido con ello impreso en nuestro ADN. Y no es así. Ese aprendizaje, del que apenas tenemos memoria, que iniciamos con cuatro o cinco años, nos abrió un abanico inmenso de posibilidades en nuestra vida, oportunidades de aprender, de crecer, de existir en el mundo en el que hemos tenido la suerte de caer. 
Imaginemos por un momento que no supiéramos ni leer ni escribir... ¿Cómo sería nuestra vida? La respuesta nos la debemos dar cada uno si llegamos a ser capaces siquiera a imaginarla. 
Poseemos ese gran tesoro que nos brinda la lectura; en nuestras manos está abrirlo, aprovecharlo y disfrutarlo para llenar nuestra vida con un mundo al que no podríamos entrar ni llegar de forma alguna si no hubiéramos tenido la fortuna de aprender a leer.

miércoles, 3 de julio de 2013

La vanidad literaria

Os recuerdo el sentido de vanidad literaria, expresado por un gran filósofo de nuestro tiempo, Javier Gomá Lanzón. Yo nunca podría expresarlo tan exactamente como él, pero hago mío el mensaje de que da en este artículo.

La vanidad literaria.  (Javier Gomá Lanzón)

El valor de la obra de los escritores lo concede en exclusiva la sociedad a través del consenso. 

Me encuentro con un amigo quien por convicción o por compromiso empieza a dedicar palabras amables a un artículo mío reciente. Los elogios suenan a gloria en mis oídos pero yo niego con la cabeza y hago un gesto con las manos como rogándole que pare, que no siga, que sus lisonjas son excesivas y me hacen sonrojar. Entonces la conversación salta con naturalidad, por pura asociación, a otro tema y de éste a otro más distante aún, y siento una punzada en el pecho. Ya estoy echando de menos más alabanzas. Pero el otro no se percata de la ansiedad que me invade y, tan confiado el hombre, sigue perorando sobre materias que, honradamente, ya ni escucho. Yo, que hace unos minutos afectaba modestia, ahora estoy dispuesto a mendigar un encomio más al precio que sea. El amigo parece haber perdido interés en mi artículo, antes tan ensalzado, así que tengo que ser yo mismo -¡parece mentira!- quien haya de recordar al ingrato el hilo perdido: "Así que me decías que te gustó mi artículo...".


Javier Gomá (Fuente foto: Wikimedia)
Ay, la vanidad literaria. Muchos la censuran, condescendientes. Vale la pena ensayar su apología, puesto que la conozco en primera persona.

No soy el único. Hume escribe en su Autobiografía: "Ni siquiera el ansia de fama literaria, mi pasión dominante, ha agriado en ningún momento mi carácter, a pesar de mis frecuentes desengaños". Su Tratado de la naturaleza humana (II, I, 11) dedica un capítulo al ansia genérica de fama, pero no se refiere a las singularidades de la literaria, donde la sed de reconocimiento alcanza perfiles neuróticos. En cambio, en La norma del gusto, otro ensayo suyo, ofrece una pista. Dada la evidente diversidad de juicios estéticos en la historia, en los pueblos y aun dentro de una misma sociedad, ¿dónde hallar la regla que sirva para discernir con algún fundamento la belleza de una obra artística? Responde Hume que no hay otro criterio que el veredicto unánime de jueces con gusto delicado, libres de prejuicio, dotados con capacidad de comparación y auxiliados por una práctica constante. A falta de otros expedientes mejores, la única forma de conocer el valor de la obra literaria que uno produce es, en consecuencia, procurarse la aceptación de los demás.

En las ciencias de la naturaleza, el conocimiento es objetivo. El científico formula una hipótesis y ofrece una demostración empírica de ella. Es requisito indispensable que cualquier persona pueda repetir el experimento en su laboratorio con idéntico resultado si reproduce las condiciones establecidas. La comunidad científica ha de admitir al final, superando los posibles intereses creados, esta nueva verdad positivamente contrastada. Precisamente por su carácter verificable, el conocimiento de esta clase es acumulativo. Hoy sabemos acerca de la naturaleza física o biológica mucho más que hace un siglo, incomparablemente más que hace un milenio. Y en la medida en que el conocimiento progresa, los avances más modernos despojan de validez a los descubrimientos científicos anteriores. El elemento de la ciencia es el presente y el futuro mientras que cada nuevo hallazgo convierte de golpe el pasado en arqueología. La historia de la ciencia se resume en la historia de ilustres falsedades o de verdades a medias superadas o completadas por otras posteriores. ¿A quién, fuera del historiador, le interesa un estadio primitivo de la teoría cuando ya dispone de su forma más perfecta? Tiene el mismo atractivo que el iPad 1 cuando ya está a la venta el iPad 3. De lo anterior no se sigue que los científicos estén libres de vanidad; como todos los hombres, quieren fama y reconocimiento, y algunas querellas en la tetera científica han sido muy resonantes. Pero la vanidad -la aceptación ajena- es en este caso achaque de los científicos, no de la ciencia, la cual dispone de otras formas más seguras de sancionar y jerarquizar sus progresos.

En el ámbito literario, en cambio, la historia no es acumulativa. ¿Es superior Tolstói a Goethe, éste a Shakespeare, éste a su vez a Dante, Virgilio y Homero? La obra de uno de ellos no anula la validez de la anterior ni la reemplaza. El espíritu artístico no progresa -como lo hace el relevo que se traspasan de mano en mano los atletas- sino que deviene, y sus obras maestras, aun las más antiguas, disfrutan todas de una actualidad simultánea. Aquí la categoría de progreso no es explicativa. Y no lo es porque carecemos de un criterio objetivo que determine la verdad literaria. ¿Ha sido sometido Platón a un experimento científico que advere la exactitud de sus proposiciones filosóficas? No. ¿Dónde reside, pues, su verdad? En que durante generaciones y generaciones, hasta hoy, la lectura de los Diálogos ha resultado fecunda para muchos. La función que tiene en las ciencias el laboratorio la cumple en la literatura el consenso.

El sacerdote belga Lemaître fue el primero en demostrar la expansión del universo pero hemos leído recientemente que cuando conoció que el astrónomo norteamericano Hubble había llegado a idénticas conclusiones por su cuenta, aunque más tarde que él, se desentendió de su descubrimiento. Para el bueno de Lemaître la verdad objetiva era lo sustantivo; quién la enuncia primero -y el reconocimiento por sus colegas de esa prioridad-, lo adjetivo. Esto es impensable entre nosotros, los literatos, porque el valor intrínseco de lo que producimos lo concede en exclusiva la sociedad a través de sus incontrolables y difusos consensos trenzados alrededor de nuestro nombre. Vivimos en un ay pendientes de la opinión ajena y mendigamos desvergonzadamente el aplauso porque en esta aprobación se revela la verdad de nuestra obra incluso ante nosotros mismos.

Sé indulgente, lector, con la vanidad literaria, esa pasión dominante. Si tenías pensado elogiar algo mío, hazme llegar tu opinión sin tardanza por tierra, mar o aire. Cuando amague un gesto de fingido recato, no te dejes llevar por las apariencias. Tú sigue y sigue. Me va la vida en ello.

(Articulo publicado en El país el 21 de enero de 2012)


martes, 2 de julio de 2013

Lo que aportan los viajes

Cuando uno viaja recibe muchas y variadas experiencias, la mayoría enriquecedoras; paisajes sorprendentes, ciudades de belleza extraordinaria, rincones únicos, gentes y formas de vivir nuevas que engrandecen un poco más nuestra existencia. La semana pasada estuve en Polonia, visité sus ciudades y comprendí un poco mejor la mentalidad del país, sus costumbres y su historia. El domingo fui al campo de concentración de Auschwitz, cercano a la ciudad de Cracovia. Desde hace mucho tiempo tenía el deseo de realizar esa visita, la necesidad más bien de ir allí, de estar allí; una visita de homenaje, de memoria, de respeto hacia tanto sufrimiento padecido y concentrado en ese lugar para el recuerdo.
El sentimiento fue tan fuerte, tan intenso, tan profundo que no lo podré olvidar nunca; pero sobre todo fue un estremecimiento interior, una manera de ser consciente, vívidamente consciente, de lo afortunados que somos, de la suerte que tenemos y de lo poco que lo apreciamos, embebidos a veces en cosas nimias y sin sentido. La vida es frágil, y nosotros mucho más. Lo que ocurrió allí fue algo tan inhumano que cuesta entender que pudiera llegar a suceder.
Fueron los pocos supervivientes los que regresaron al campo unos meses después de ser liberados para salvaguardar aquel infierno, para que la humanidad supiera lo que allí pasó, para evitar que desapareciera lo que allí sucedió, porque el olvido o, peor aún, la ignorancia puede suponer que se vuelva a repetir la historia. El KL de Auschwitz se abrió a los visitantes en el verano de 1947, dos años después de ser liberado.
No se trata de morbo... Es conveniente saber hasta qué punto el ser humano puede resultar cruel, sanguinario, despiadado... Y hasta qué punto, en un instante, puede llegar a quebrarse lo cotidiano, lo habitual, la fortuna de vivir, de respirar...
Puedo afirmar que para mí ha resultado ser una experiencia, un aprendizaje, un sentido y respetuoso homenaje...

martes, 25 de junio de 2013

Gracias don Antonio


Fuente foto: Planeta de libros
Permitidme que os cuente una experiencia, de entre tantas, que tuve en la Feria del Libro de Madrid. El domingo por la mañana me dirigía a la caseta de la librería Diálogos para firmar, y al pasar por detrás de las casetas me encontré de sopetón con Antonio Muñoz Molina... Don Antonio estaba allí, delante de mí, accesible, ¡humano! El reciente Premio Príncipe de Asturias de las Letras   estaba ahí... Después de unos segundos de duda, le dije que quería saludarle, hablamos un rato..., bueno hablé durante un rato porque él lo único que decía era...” muchas gracias, muchas gracias”, con una sonrisa tímida, incluso estaba un poco ruborizado (no estoy muy segura de sí era realmente por mi entusiasmo al hablar). Le di la enhorabuena por el Premio merecidísimo, por su obra, agradecí profundamente su narrativa, sus novelas, sus ensayos, su escritura, hablé como lectora voraz de sus obras,  pero también como aprendiz agradecida de su forma de hacer personajes, hilar historias, descripciones…Y después de decirle que me dedicaba a este oficio me preguntó: “¿Cuál es tú nombre?”, y se interesó por mis novelas. Sin quitarse de la boca ese “muchas gracias” repetido y sincero. 

Bueno, fue un lujo, llegué a mi caseta más nerviosa que un flan; me esperaba un matrimonio que venía con su libro de Las tres heridas, que les había gustado mucho, emocionados ellos y yo..., y ellos fueron testigos del temblor de mis manos al firmar... temblor emocionado de ver a mi maestro... Gracias don Antonio. Me quito el sombrero ante usted.

lunes, 17 de junio de 2013

Feria del libro Madrid 2013

Acabada la Feria, feliz de todo lo que he vivido y sentido en estos días, agradecida a los que allí se acercaron, de sus palabras, de su cariño y de sus lecturas, me retiro a mi rincón a ejercer mi oficio en soledad y silencio. Gracias por vuestro apoyo. Un abrazo enorme.






lunes, 10 de junio de 2013

El próximo fin de semana estaré en la Feria del Libro de Madrid, firmando mis obras.

Sábado, 15 de junio, de 12.00 a 14.00 horas   Librería Pueblos y Culturas (Caseta 253) 
Sábado, 15 de junio, de 19.00 a 21.00 horas   Planeta (caseta nº 147)
Domingo, 16 de junio, de 12.00 a 14.00 horas Librería Diálogo (caseta nº 132) 
Domingo, 16 de junio, de 19.00 a 21.00 horas Librería SGEL (caseta nº 327) 

domingo, 2 de junio de 2013

Presentación en Jaén de "Las tres heridas"

El próximo fin de semana estaré en la Feria del Libro de Madrid, firmando mis obras.

Sábado, 15 de junio, de 12.00 a 14.00 horas                Librería Pueblos y Culturas (Caseta 253) Sábado, 15 de junio, de 19.00 a 21.00 horas                Planeta (caseta nº 147)
Domingo, 16 de junio, de 12.00 a 14.00 horas                Librería Diálogo (caseta nº 132) Domingo, 16 de junio, de 19.00 a 21.00 horas                Librería SGEL (caseta nº 327) 

Estaré encantada de charlar con todo el que tenga a bien acercarse y por supuesto de firmar vuestros ejemplares para que quede el recuerdo de ese día. Os esperamos.


Las tres heridas


Título: Las tres heridas

Año publicación: 2012

Editorial: Planeta

Páginas: 638

Ernesto, un escritor siempre a la búsqueda de su gran obra, encuentra una antigua caja de latón que contiene la fotografía de una joven pareja, Mercedes y Andrés, junto con unas cartas de amor. Comenzará a indagar en la historia de la pareja a través de los datos que obtiene de las cartas. La intrigante imagen, tomada el día que empezaba la guerra civil, y el posible destino de sus dos protagonistas le ayudarán a escribir su gran novela mientras se convierte en testigo de las heridas del amor, de la muerte y de la vida.

Las tres heridas es una novela de reconciliación, de sentimientos, de amores y de ausencias que nos descubre las únicas razones por las que es importante vivir y morir.

El alma de las piedras



Título: El alma de las piedras

Año publicación: 2010

Editorial: Planeta

Páginas: 550

Es el año 824 cuando tres curiosos personajes: el ermitaño Paio, el obispo Teodomiro y su ayudante Martín de Bilibio “hallan” una tumba cuyos restos, aseguran, pertenecen a Santiago Apóstol. Crean así, en el bosque Libredón, cerca del finis terrae o fin del mundo, el Iocus Sancti Jacobi para mayor Gloria de Dios. Dos siglos después, una joven noble, Mabilia, que por una traición a su padre se ve obligada a meterse en un mundo de hombres, descubre de la mano de un cantero una marca en una piedra que conduce hasta La Inventio, un pergamino escrito por el monje Martín de Bilibio en el que se cuenta el “milagroso” hallazgo. Mabilia decidirá acompañar a Arno, el cantero, en busca de la verdad.

En su peregrinaje conocerá la bondad que produce esa ruta, la construcción de ciudades, monasterios, caminos y puentes, así como el lado más oscuro de los canteros y su extraña labor de “arrancarle el alma a las piedras”, con el fin de evitar el olvido.

La brisa de Oriente


Título: La brisa de Oriente

Año publicación: 2009

Editorial: Espasa

Páginas: 600

Umberto de Quéribus, un joven monje blanco, emprende un viaje en 1204 acompañando a su abad con destino a Constantinopla. A partir de este momento, su vida cambia por completo, arrastrado a peligros y situaciones extremas en las que perderá toda candidez infantil.
Durante el viaje de regreso a su monasterio conocerá la sinrazón de la guerra, la violencia desmedida, la inmoralidad de la avaricia; también será consciente de los verdaderos efectos de la obediencia debida, de la enorme incertidumbre de saber lo que está bien y lo que está mal, inmerso en una lucha constante entre lo que le han enseñado y lo que en realidad siente.
Recibirá la punzada del amor irrefrenable y adolescente, el desasosiego producido por el sentimiento de la culpa, el zarpazo del resentimiento y, sobre todo, el sentido más profundo de la amistad encarnada en el caballero Esteban de Clary y en el monje Roger, de cuya mano aprenderá el significado de la cultura, la importancia de lo que se escribe, y la influencia y poder que tiene el copista para manejar, alterar o cambiar lo escrito.
Su inconsciente acercamiento a la herejía le pondrá en peligro, hasta el punto de tener que abandonar su monasterio, después de haber visto sembrado el desastre a su alrededor

El gran Arcano

Título: El gran Arcano

Año publicación: 2006

Editorial: Plaza & Janés

Páginas: 480

El catedrático Armando Dorado que investigaba la posible existencia de la tumba de Jesucristo y, por ende, la imposibilidad de su resurrección, ha desaparecido misteriosamente. Sus discípulos, Laura y Carlos, temen por su vida y deciden buscarlo siguiendo las pistas que él mismo les ha dejado. La investigación les llevará desde Zaragoza a Jordania, pasando por Toledo, Burgos, Francia y el Vaticano. Pero una secta de cristianos ortodoxos los persiguen, y los jóvenes investigadores descubren que acceder a la verdad puede costarles un precio muy alto. Una trama de enigmas religiosos que atrapa al lector hasta el final.

Con esta novela comencé mi andadura literaria...